CONTAGIOS
El modo más habitual de contagio es por la contaminación del agua estancada debido a la orina de un animal infectado. El simple contacto de esa agua con cualquier herida que tenga nuestro perro en la piel es motivo más que suficiente para contraer la enfermedad.
Hay que tener mucho cuidado, pues nosotros también podemos contagiarnos si entramos en contacto con agua, orina o comida contaminada. Una de las formas más habituales es a través del suelo si este se encuentra infectado y solemos andar descalzos.
SÍNTOMAS
Muchas veces esta enfermedad no muestra síntomas evidentes en nuestra mascota, sobre todo en sus inicios. Pero según se va desarrollando, lo más común es encontrarnos con los siguientes:
FIEBRE
PÉRDIDA DEL APETITO.
VÓMITOS Y DIARREA EN OCASIONES ACOMPAÑADOS DE SANGRE.
ORINA FRECUENTE, ABUNDANTE Y OSCURA.
DOLOR AL MICCIONAR.
ULCERACIONES EN LA MUCOSA BUCAL.
FALTA DE ENERGÍA.
DESHIDRATACIÓN.
CONGESTIÓN DE LAS MUCOSAS.
Esta enfermedad tiene una tasa elevada de mortalidad, por lo que si encontramos cualquiera de estos síntomas en nuestro perro debemos acudir urgentemente al veterinario.
Dada la gravedad de la enfermedad, lo mejor que podemos hacer es intentar prevenirla. ¿Cómo? vacunar al peludo sería nuestra primera opción, aunque existe una limitación, ya que no cubre todas las bacterias del género leptospira.
Las dosis se recomienda repetirlas cada seis meses mejor que cada año. Pero otro factor muy importante es la higiene. Y es que igual de importante es hacer una desinfección periódica del entorno de nuestra mascota.
Esperamos que os haya servido de ayuda nuestro artículo y no dudéis en consultar siempre con vuestro veterinario ante cualquier duda relacionada con vuestra mascota, nadie mejor que ellos saben cómo ayudarnos.
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